Carlos y yo llegamos al fin a la Plaza del Sur a las nueve de la
mañana. En la entrada casi, encontré un lapicero sucio y malgastado, un
lapicero que utilizare para cronizar mis días, un lapicero que será mi mejor
acompañante no vivo.
En la plaza cogimos: municiones de comida, unas tijeras, cinta,
walk it talk it, un reloj, una linterna, un encendedor y un cuchillo: Todo lo
introducimos en la mochila.
Empezamos a buscar en los locales de la Plaza. En el segundo piso,
había un local que nos llamó la atención: El local 208. Ingresamos. Dentro
encontramos una improvisada estación de radio. Este conjunto de aparatos tená
un botón que al presionarlo noté que era para reproducir la ultima
conversación. Presioné el botón, la conversación no se podía entender, era mas
ruido que nada.
Dejamos de lado el aparato y cuando estaba a punto de hablar con
Carlos, esta nos interrumpió:
-¡Ayuda! ¿Hay alguien allí? Res...dan
Yo respondí:
-Si, ¿Se encuentran bien? ¿Dónde están?.
El audio que transmitió el aparato fue muy pobre, no logré
entender nada por lo que respondí:
-Estoy en Plaza Sur, Plaza Sur, Plaza Sur.
Me devolvieron el mensaje de forma muy poco clara pero obvia:
-Es..., iremos pa... allá. Espe..., espérenos, ...nos.
Y luego se cortó la comunicación. Carlos y yo decidimos esperar
hasta mañana por los supervivientes. Ambos pensamos que sería una buena idea
separarnos e investigar la Plaza. El decidío investigar por la cochera; yo,
hacerlo dentro. Caminé y dí con una librería, ingresé y en una estantería
sobresalía un libro que me hizo recordar, recordarla a ella, la chica con la
que nunca terminé, la mejor relación de mi vida, a quien dedicaba la mayor
parte de mi tiempo, eramos uno solo...
Desperté. Miré el reloj y este apuntaba a las 6 pm. Fuí a buscar a
Carlos pero no había rastro de él.
7 pm, y no encuentro a Carlos. Estaba a punto de volver a subir al
segundo piso cuando un sigiloso ruido me llama la atención desde la cochera de
la Plaza.
-Carlos, ¿Eres tú?
Él estaba parado allí a lo lejos, sin hacer nada. Estaba de
espaldas y temblando. Me acerqué ligera y temerosamente a él... Sabía que no
estaba bien.
Posé mi mano sobre su hombro. Él volteó, intentó pronunciar una
palabra, pero se avalanzó sobre mí, cayendo ambos al suelo. Con solo mirar su
rostro me dí cuenta que no era Carlos, no más. El seguía intentando morderme,
yo solo resistía. Cogí mi bolsillo y sin nunca antes haber usado un arma, la
saqué. Mientras recordaba todo lo que viví con él, le apunté en el rostro...
Ahora la soledad tampoco estaba conmigo.
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