sábado, 14 de septiembre de 2013

Día 6

Después de lo sucedido anoche, decidí salir de la plaza. Era una calurosa mañana, una mañana que se reía de mi. Yo no tenía rumbo alguno y  la mochila pesaba más de lo que debería. Evite pasar por las calles con infectados, las cuales eran muchas.
No había notado lo mucho que caminé: Había regresado al colegio. En mi mente ocurría una lucha de recuerdos: Los mejores momentos sucedieron allí. Me dirigí a mi salón, el 5to C, el cual se encontraba en el segundo piso. Antes recuerdo que, tenía una amiga que me comentaba sobre ciertos experimentos que realizaba el gobierno Nor-Coreano pero yo, como siempre, solo ignoraba sus comentarios. ¿Era este el momento de prestarle atención?. Dejé mi mochila en el suelo y me recosté. Aún terminado de recordar cuando el sonido de una aguda y chillona sirena me asustó. Se escuchaba a lo lejos. Salí del colegio rápido sin haberme percatado que había dejado mi mochila. En las calles, el sonido se escuchaba muy alto, pero no tenía dirección. Salí en busca de la sirena. Caminé y caminé por las calles solitarias de la alameda de la ciudad.
En la segunda callé de la alameda encontré una cancha de fulbito enrejada, una cancha donde yo solía jugar con mis amigos. Decidí entrar. Apenas pise la cancha  la alegría me inundó, todo era genial: Encontré una pelota naranja media desinflada con la cual empezé a jugar. Recordé las épocas donde aún querpia ser futbolista. Patee la pelota. Esta se introdujo en el pequeño, sucio y único baño de la cancha. Cuando fuí a sacarlo me dí con la sorpresa que había un uniformado militar muerto. Tenía un chaleco donde se distinguía "CBI". Entonces fue cuando lo noté: Tenía el mismo uniforme que el extraño hombre que nos ayudó en aquel callejón y luego se suicidó.

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